ÁGORA TEATRAL
  TODOS ERAN MIS HIJOS
 
 
TODOS ERAN MIS HIJOS
de Arthur Miller
Foro Helenico, Febrero 2010



Texto y Fotografía:
Salvador Perches Galván

 
 
“El teatro no puede desaparecer
 porque es el único arte
donde la humanidad
se enfrenta a sí misma.”
Arthur Miller
 
Arthur Asher Miller nació en Nueva York el 17 de octubre de 1915, fue el tercer hijo de un matrimonio de emigrantes austriacos formado por Augusta Bernett e Isidore Miller (poseía una próspera empresa textil, lo que permitió a la familia vivir en Manhattan, junto a Central Park. Sin embargo, la Gran Depresión acabó con la empresa familiar, por lo que la familia tuvo que mudarse a un modesto apartamento en Brooklyn. Este apartamento le serviría posteriormente como modelo de la vivienda del protagonista de Muerte de un viajante.
Acabado el bachillerato, trabajó en un almacén de repuestos para automóviles para poder costearse la universidad. Se graduó en la Abraham Lincoln High School, en la cual recibió el primero de los reconocimientos de su vida, el Premio Avery Hopwood, gracias a uno de sus primeros trabajos, Honor at Dawn.y para pagarse los estudios de periodismo, que cursó en la Universidad de Michigan, trabajó en una radio local, en un almacén y como editor de noche en el Michigan Daily.
Tras su graduación en 1938, se trasladó nuevamente a Nueva York, donde se ganó la vida escribiendo guiones radiofónicos. A los 28 años estrenó su primera obra en Broadway, la comedia Un hombre con mucha suerte, que sólo tuvo cuatro representaciones. En 1947 estrena Todos eran mis hijos. Con esta obra que denuncia el cinismo de las empresas armamentísticas, y permaneció en cartelera durante casi un año, recibió en 1948 el Premio de la Crítica otorgado por el Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York.
Autor de obras emblemáticas como La muerte de un viajante y Las brujas de Salem, y ganador en dos ocasiones del premio Pulitzer, Arthur Miller está considerado como uno de los mejores dramaturgos del siglo XX. Miller supo trasladar a los escenarios el conflicto del ser humano y el espíritu crítico, arremetió contra el antihumanismo estadounidense, escritor comprometido se acercó al marxismo, para después criticarlo, se opuso activamente a la “cacería de brujas” del senador McCarthy y denunció la intervención estadounidense en Corea y Vietnam. Su nombre fue sinónimo de audacia y de ruptura, tanto temática como estructural.
Poco antes de obtener la licenciatura, escribió Todavía crece la hierba (1938), una comedia que le valdría los primeros reconocimientos. Tras finalizar sus estudios, regresó a Nueva York y se inició en la escritura de series radiofónicas.
La década de 1940 supuso un período de cambios para Miller. En 1940 contrajo matrimonio con su novia de la universidad, Mary Grace Slattery, con la que tuvo un hijo, Robert, y una hija, Jane, y por otro se consolidó como escritor. Después de debutar en Broadway con Un hombre con mucha suerte, de escaso éxito comercial, pero que le proporcionó el Theatre Guild Award en 1944, curiosamente fue una novela, Focus (1945), un alegato contra el antisemitismo, la que le reportó su primer éxito.
Influido por Ibsen, Miller mostró su preocupación por la sociedad que le rodeaba y su problemática en Todos eran mis hijos (1947), donde abordó la actividad de los que se aprovechan de la guerra. La obra obtuvo el premio de la Crítica de Nueva York en 1948, inscribió al autor dentro del realismo norteamericano de su tiempo y supuso su espaldarazo definitivo.
Miller encabeza una generación de grandes escritores americanos, habituados en combinar su oficio en escenarios con el de los estudios de filmación En ese medio aparece Miller, al lado de Tennessee Williams, ambos con el firme propósito de no cambiar la lógica de crear sus dramas, primero para las bambalinas, y luego, si todo sale bien, para la cámara.
All My Sons, Todos eran mis hijos se llevo al cine en 1948 Estados Unidos, dirigida por Irving Reis, con un guión de Chester Erskine basado el la obra de Arthur Millar con Edgard G. Robinson, Burt Lancaster, Mady Christians. En la trama Joe Keller es un exitoso hombre de negocios con un pasado que le atormenta: durante la II Guerra Mundial se benefició de un lucrativo contrato con el ejército. Presionado por las prisas, Joe entregó en un pedido piezas de avión aun sabiendo que tenía elementos defectuosos. Los aviones sufrieron trágicos accidentes en los que murieron 21 hombres.
Desde sus primeros títulos se percibe lo que sería el elemento fundamental de toda su obra: la crítica acerba a todos aquellos valores de carácter conservador que comenzaban a asentarse en la sociedad de Estados Unidos. Dos años después llegaría su mayor triunfo con una denuncia del carácter ilusorio del sueño americano: La muerte de un viajante (1949), en la que denuncia el carácter ilusorio del sueño americano. obra por la que obtuvo el Pulitzer de Teatro y, de nuevo, el premio de la Crítica de Nueva York, y que a menudo se cita entre las mejores del teatro contemporáneo. Ese mismo año, el montaje teatral, dirigido por Elia Kazan, obtuvo seis premios Tony. La obra se representó ininterrumpidamente desde el 10 de febrero de 1949 hasta el 18 de noviembre de 1950, y posteriormente se estrenó en salas de todo el mundo. En 1985 fue llevada al cine por Volker Schlöndorff, con un memorable Dustin Hoffman en el papel protagonista.
En 1988 Miller declararía: Jamás imaginé que adquiriría las proporciones que ha tenido. Era una obra literal sobre un vendedor, pero luego se convirtió en un mito, no sólo aquí, sino en muchas otras partes del mundo.
En la década de 1950 el dramaturgo fue víctima de la cacería de brujas. Acusado de simpatías comunistas por Elia Kasan, rehusó revelar los nombres de los componentes de un círculo literario sospechoso de tener vínculos con el Partido Comunista ante la Comisión de Actividades Antiamericanas en 1956, acogiéndose a la protección constitucional. A pesar de las presiones que sufrió (le fue retirado el pasaporte, no pudiendo viajar a Bruselas para asistir al estreno de una de sus obras), Miller no dio ningún nombre, declarando que, aunque había asistido a reuniones en 1947 y firmado algunos manifiestos, no era comunista. En mayo de 1957 se le declaró culpable de desacato al Congreso por haberse negado a revelar nombres de supuestos comunistas. Sin embargo, en agosto de 1958, el Tribunal de Apelación de los Estados Unidos anuló la sentencia, de forma que no tiene que ingresar en la cárcel.
Arthur Miller sufrió en carne propia la cacería de brujas del senador McCarthy. Su obra Las brujas de Salem (1953), un alegato contra la intolerancia y el puritanismo ambientado en 1692, era en realidad una denuncia contra las investigaciones que desde 1946 llevaba a cabo el denominado Comité de Actividades Antiamericanas. El comité, dirigido por Joseph McCarthy, había sido investido con la facultad de averiguar la filiación política de los ciudadanos, al objeto de depurar el país de “antiamericanos” y comunistas. Actores, directores, guionistas y escritores fueron multados o enviados a prisión. En 1956 Miller compareció ante el comité, que lo condenó por desacato al no querer delatar a los miembros de un círculo literario sospechosos de actividades procomunistas. Miller apeló la sentencia y finalmente fue absuelto.
Las brujas de Salem se representó por vez primera en Broadway en 1953 y obtuvo un gran éxito. En esta ocasión el encargado del montaje no fue Elia Kazan, quien en un episodio oscuro de su vida había delatado a varios camaradas ante el comité, sino Jed Harris. La obra fue llevada al cine en 1996. Protagonizada por Daniel Day-Lewis, con guión adaptado por el propio Miller.
La vida de Arthur Miller cambió radicalmente cuando, tras divorciarse de Mary, el 29 de junio de 1956 contrajo matrimonio con Marilyn Monroe. La boda coincidió con el estreno de Panorama desde el puente (1955), pieza en la que el autor reproducía el tema de la llegada de inmigrantes a Estados Unidos, y por la que obtendría el segundo Pulitzer.
La popularidad del intelectual que se había sabido ganado el corazón de la mujer más querida y admirada del siglo XX creció vertiginosamente. 5 años duro el matrimonio. Durante el rodaje de Los inadaptados (1961), acabo el matrimonio, que finalmente se divorció en enero de 1961. La cinta, con guión del dramaturgo escrito para su mujer, Marilyn Monroe y llevada al cine por John Huston, contó además con Montgomery Clift y Clark Gable como protagonistas. Esta sería la última película de Marilyn y de Gable, fallecidos ambos poco después del rodaje. En esos años Miller se mantuvo alejado de los escenarios y no volvió a estrenar hasta 1964.
La estabilidad sentimental le llegó con Inge Morath, prestigiada fotógrafa austriaca, pionera del fotoperiodismo. Se conocieron durante el rodaje de Los inadaptados, donde ella fue fotógrafa oficial del rodaje. Se casaron en 1962 y no se separaron hasta el fallecimiento de ella, cuarenta años después (2002). Morath le dio una hija, Rebecca, y un hijo, Daniel, nacido con síndrome de Down y del que Miller nunca habló.
Arthur Miller volvió a los escenarios en 1964 con Después de la caída obra donde reflejó los cinco atormentados años de relación con Marilyn en la controvertida Después de la caída, con el carácter autodestructivo de la protagonista, Maggie. Otras obras suyas de la época son Incidente en Vichy (1964), El precio (1968), su último éxito de crítica y público, y La creación del mundo (1972). La década de 1970 fue el comienzo de una etapa de oscuridad, en la que fue etiquetado de anticuado, moralista o sermoneador. No saldrá de su relativo ostracismo hasta 1994, con el éxito de Cristales rotos. Durante esta etapa de oscuridad, Miller viaja por todo el mundo, siendo aclamado como un clásico vivo, pero encontrando en su país cada vez más dificultades para estrenar.
En 1997, tras un largo silencio, escribió Una mujer normal, novela corta en la línea psicologista de sus últimas obras, que mereció excelentes críticas. Entre sus aportaciones a otros géneros sobresalen la colección de relatos Ya no te necesito (1967), el guión de la película El reloj americano (1980), las recopilaciones de ensayos tituladas Ensayos teatrales de Arthur Miller (1978) y Al correr de los años. Ensayos reunidos (1944-2001) y la novela autobiográfica Timebends: A Life (1987). Además de dramaturgo y escritor, intervino en diversas películas y documentales, como El edén (2001). Entre 1965 y 1969 fue presidente del PEN Club, el colectivo de escritores que vela por la libertad de expresión.
Elegido el mejor dramaturgo del siglo XX, según una encuesta organizada por el Royal National Theatre, en la que participaron ochocientas personas directamente relacionadas con el teatro, estaba en posesión de la Medalla de Oro de las Artes y las Letras (1959), del premio Angloamericano de teatro (1966) y del Lawrence Olivier Theatre Award (1995). Contestatario hasta el final, en 2001 publicó La política y el arte de actuar, un alegato contra el establishment político estadounidense, George W. Bush incluido.
En los últimos años, Miller vivía entre Nueva York, donde sus obras se seguían representando con éxito, y su residencia de Connecticut. Desde 2002 vivía con Agnes Barley, una joven artista, con la que anunció públicamente que tenía intención de casarse. Enfermo de cáncer, neumonía y con problemas cardíacos, en 2004 estrenó su última obra, Finishing the Picture. Falleció en su rancho de Roxbury el 10 de febrero de 2005, acompañado de los suyos.
 
Como escritor, obtiene su mayor éxito con la publicación en 1987 de su autobiografía A vueltas al tiempo. En 1998 escribe Las conexiones del señor Peter y en 2000 vuelve a estrenar en Broadway El descenso del monte Morgan, escrita en 1991 y para la que tardó diez años en encontrar una producción adecuada.
Una nueva producción de All my sons estrenada en el 2009, fue la primera obra de Arthur Miller que se estrenó en Broadway desde su muerte en 2005. La obra llegó a los teatros neoyorquinos en 1947 de la mano del director Elia Kazan y cuenta la historia de un hombre que, durante la II Guerra Mundial, vendió deliberadamente al Ejército de Estados Unidos componentes de aviones en mal estado que acabaron por hacer estallar los aparatos y matar a 21 soldados.
Los conflictos morales se mezclan con la situación familiar provocada por la desaparición de uno de sus hijos durante esa guerra. La obra, al igual que en La muerte de un viajante se centra en la vida de unos personajes de clase media y las relaciones entre padres e hijos. Se denuncia el estilo de vida americano, la ambición por el dinero, por el ascenso económico y por la incomunicación entre generaciones.
Nuevamente la colaboración institucional y privada hizo posible que el público conozca, o reconozca una de las historias que se han escrito en torno a los efectos de un capitalismo devastador. El Conaculta, a través del Centro Cultural Helénico abrió las puertas a Ortiz de Pinedo Producciones y PopCorn Entertainment para llevar a la escena Todos eran mis hijos. En su momento, Antonio Crestani, director del Centro Cultural Helénico, afirmó estar convencido que con este tipo de proyectos este lugar se está fortaleciendo como centro de teatro.
Haciendo un poco historia de este melodrama en nuestro país, gracias a la excelente publicación Así pasan, de Luis Mario Moncada, tenemos que el 19 de enero de 1952 Todos eran mis hijos se transmitió por Canal 4 de televisión en el programa Teatro Selecto Packard, la obra no habia sido estrenada aun en escenarios nacionales hasta esa fecha. Protagonizan el melodrama Julio Tabeada Hijo, Georgina Barragán, Lorenzo de Rodas y María Idalia.
El 16 de abril de 1959 se estrenó la obra en la Sala Chopin, dirigida por el célebre Seki Sano, interpretada por Virginia Manzano y José Elias Moreno, treinta años mas tarde, en 1989, la compañía teatral formada por Oscar Morelli y María Eugenia Ríos, presenta una nueva versión del texto, interpretada por los mismos y su hijo Oscar Bonfiglio, dirigidos por el propio Morelli, estrenada en el Teatro Xola, actualmente Julio Prieto. Veinte años después, otra compañía familiar, la conformada por Jorge y Oscar Ortíz de Pinedo hacen su labor arqueológica con la misma obra.
Todos eran mis hijos, cuenta la historia de una familia en la época de la posguerra, que aparentemente vive en completa felicidad y armonía pero cuyas mentiras lograrán que se desborone su mundo. En esta pieza, Miller hace una fuerte crítica social, al conflicto moral de la humanidad, a la responsabilidad social que tienen los individuos, temas que a decir del director Francisco Franco, son más vigentes que nunca en nuestra época (no olvidemos que el autor la escribió a finales de los cuarenta), en efecto, Todos eran mis hijos, fue escrita en 1947 y con ella, Miller consiguió ser reconocido como un autor de denuncia, capaz de inventar personajes tan sólidos como veraces. Apenas dos años de terminada la II Guerra Mundial, fue mérito y atrevimiento llevar a la escena el conflicto de un padre enriquecido con ambiguos negocios de construcción de material de guerra, por cuya causa murieron muchos soldados americanos, uno de ellos, su propio hijo. El nombre de Arthur Miller fue enseguida sinónimo de audacia, de ruptura, y no sólo por motivos temáticos sino estructurales.
Pero de ello han pasado nada menos que 63 años y, como ya se describió líneas arriba, gran parte de la obra del dramaturgo es calificada, desde la década de 1970 como anticuada, moralista y sermoneadora, en donde la carga moral es el elemento eje sobre el cual recae todo el peso de la acción.
Sin duda alguna extrañamos los alentadores montajes de Franco como Muerte súbita, Master Class, Boing, o claro está la memorable Delitos insignificantes, esperando que con su anunciada dirección a la próxima producción de Tina Galindo Todo sobre mi madre, de cuyo autor Pedro Almodóvar, creemos, esta más próximo que de Millar, logre volver a sorprendernos. El elenco cumple, resaltando los trabajos de Luján y de Loria con buenos enfrentamientos escénicos, la siempre admirada Diana Bracho nos remite, inevitablemente a sus anteriores incursiones teatrales y televisivas, con un papel similar a sus predecesoras escénicas; Silvia Navarro, esta bonita y así luce y la hacen lucir en escena, a la joven actriz le vimos un mejor desempeño histriónico hace algunos años en el mismo foro en Mar blanco
Todos eran mis hijos: Un melodrama llegador, una dirección eficiente, una producción adecuada, una bonita escenografía y un reparto multiestelar, conformado por figuras juveniles, actores de experiencia, y maduros, conforman el mayor atractivo paras un publico que asiste en tropel a ver a sus estrellas televisivas, eso si, de ambos emporios televisivos, como sucedió con sus antecesoras, 12 hombres en pugna, y su versión femenina, y como le seguirán, seguramente los siguientes proyectos de la compañía productora, las versiones teatrales de Misery y de Cuando los hermanos se encuentran, así como el retorno a nuestro escenarios de El coleccionista.
Resulta curioso que las recientes puestas de Jorge Ortiz de Pinedo (quien se ha vuelto muy famoso y probablemente muy rico con las mas ramplonas y vulgares comedietas televisivas, realizadas a base de chistes sexistas, misóginos al grado del machismo, homófonos y discriminatorios, para lo cual basta revisar la programación de canal 9) giren en torno a fuerte cargas morales de sus protagonistas, a través de una labor de rescate arqueológico de obras perdidas en el olvido.
 
“El gran teatro clásico ya no existe.”
Arthur Miller
 
 
 
El teatro es de todos. Asista
 
 
Recomendable para los que gustan del melodrama y ver en vivo a sus actores favoritos.
Todos eran mis hijos de Arthur Miller
Dirección: Francisco Franco
Actuación: Diana Bracho, Fernando Lujan, Silvia Navarro, Miguel Pizarro, Osvaldo Benavides, Alpha Acosta, Martín Altomaro, María Aura y Mario Loría.
Teatro Helénico, ubicado en Avenida Revolución 1500, San Ángel.
Funciones viernes a las 19:00 y 21:15 horas, sábados 18:00 y 20:30 horas y domingos 17:30 y 19:45 horas
 Barranca del Muerto










 
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