ÁGORA TEATRAL
  NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES
 
NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES
de Arístides Vargas
Teatro casa de la Paz, Enero 2010
El silencio, la casa de los que no tienen casa.

Texto y Fotografía:
Salvador Perches Galván
 
“El exilio comienza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos.
Como si el tiempo nos pusiera un cuchillo en las manos y con él,
asesináramos los momentos en que alguna vez fuimos felices.
No lo hacemos con saña, porque yo no creo que el tiempo
se ensañe con nuestros propios recuerdos. No.
Lo hacemos con suavidad.
Con la misma suavidad con que los recuerdos hacen presencia
y con la misma violencia que supone el después,
el no recuerdo, el cómo se llamaba, el cómo se decía, cómo, cómo… ”
(Bruna en Nuestra Señora de las Nubes)

 
 

 
Arístides Vargas nació en Córdoba, Argentina y desde muy niño vive en Mendoza.
Trabajó en algunos grupos de teatro locales y estudió teatro en la Universidad de Cuyo. En 1975 tiene que exiliarse debido al golpe militar. Este hecho marcará su obra dramatúrgica.
Ha dirigido importantes grupos y compañías latinoamericanas entre las que destacan la Compañía Nacional de Teatro de Costa Rica, el grupo Justo Rufino Garay de Nicaragua, el grupo Taller del Sótano de México, la compañía Ire de Puerto Rico, etc. Es fundador de uno de los grupos más prestigiosos de América Latina: el grupo Malayerba de Ecuador, que dirige en la actualidad.
La temática de su obra gira en torno a la memoria, el desarraigo, la marginalidad, es una escritura poética no carente de humor, aderezada de cierta amargura y, pese a esta, de la suficiente inocencia para creer que el mundo puede ser cambiado. Su escritura tiene la crueldad de negarse esa esperanza y caer, por momentos, en la desesperación total.
 
 
 
Entre otras, es autor de las siguientes obras: Jardín de Pulpos, Pluma, La edad de la ciruela, Donde el viento hace buñuelos, La muchacha de los libros usados, La razón blindada, Tres viejos mares, Pasajeras y Nuestra Señora de las Nubes, que ahora nos ocupa.
La obra transcurre en un lugar sin nombre y narra los sucesivos encuentros entre Bruna y Oscar, quienes se mantienen vivos a través de sus recuerdos y probablemente alberguen la esperanza de un regreso o de un mundo mejor en la soledad y el dolor del exilio. En el transcurso de un tiempo impreciso, los personajes se ven en diferentes lugares y recuerdan episodios de sus vidas en su país de origen: Nuestra Señora de las NubesOscar y Bruna cuyo único patrimonio es una maleta, se encuentran por azar en un lugar que no es el suyo, en una tierra extraña, entablan una relación de amistad al descubrir que son originarios del mismo pueblo. Enamorados y marginados del mismo país que los echó, estas dos almas recrean su mundo olvidado y sus habitantes a través de la poesía, de las canciones y de la fantasía.. En escena aparecen los personajes que su nostalgia traslada al presente: los que abusan del poder, los ancianos memoriosos, dos hermanos militantes, el que murió por soñar imposibles, una esposa apasionada, seres ancestrales fundadores del pueblo, seres marginados...
 
 
Con aparente simpleza, la obra oscila entre la reflexión acerca de la violencia política que conduce al exilio inevitable, y la parodia de comportamientos costumbristas que alcanzan la risa y el aplauso unánime por parte de los espectadores.
La pieza construida a partir del humor con que se viven las cosas cotidianas, la poesía y la tragedia de todos los días. Pero la anécdota deja filtrar su parte profunda: el imperio de los opresores que pretenden aplastar al que se rebela. Los recuerdos de un pasado triste y perverso. La sombra de la milicia y la censura. La inocencia burlada. La tiranía y el desorden. Un texto de género híbrido, con toques fársicos y hasta teatro del absurdo, obra costumbrista y política al mismo tiempo, cómica y dramática pero siempre reflexiva.
La resolución escénica se basa en el continuo uso de elementos mínimos que los personajes van extrayendo de sus propias maletas de viaje. En ellas caben no solamente elementos de utilería, sino pasajes de esperanza y lucha, hay hueco para la imaginería popular, la tradición literaria hispanoamericana del realismo mágico, la memoria y las vivencias de aquellos años en la tierra natal de la que ahora han sido expulsados.
En todo momento, el movimiento entre la reflexión de cortes filosóficos y la inclinación hacia el testimonio oral es continuo.
 
 
La obra habla sobre el exilio, pero también sobre otro tipo de exilio, sobre las personas que están fuera de sí, personas que llevan como único equipaje el recuerdo, y una buena dosis de imaginación para inventar ese pasado que no contiene su maleta; como menciona José María Cano, el talento creador del grupo pop español Mecano en uno de sus éxitos mas emblemáticos, Hay que pesado: “que los recuerdos son mentiras y que nublan la razón”, así en sus recuerdos borrosos y directos, muchas veces aparecen los hechos, anécdotas de un pueblo, que como cualquier otro, pasa de lo ridículo y pintoresco hasta lo más terrible y perverso. Desfilan personajes que nos traen a la memoria los arquetipos de una comunidad propia de nuestra forma cultural de vida. Pero esta historia, deja asomar su parte oscura: el imperio de los opresores que pretenden aplastar al que se rebela. La sombra de las dictaduras y la censura. La inocencia burlada. La locura y la cordura social. Lo pintoresco de anécdotas amorosas. La tiranía y el desorden. Entre recuerdos irán reconstruyendo un nuevo territorio que les permita reformular una nueva vida en algún lugar desconocido al que habrá que inventar, para seguir creyendo y posiblemente, en algún otro tiempo, en algún otro lugar, añorar y recordar.
Un país imaginario. Las historias de sus fundadores y de los guardianes de su genealogía, mezcladas con las de otros hijos menos célebres, que tuvieron que cambiar su hogar natal por "la casa de los que no tienen casa": el silencio, según dictamina Arístides Vargas.
La siempre poderosa presencia de Norma Angélica, acierta en transmitirnos con su composición de todos los personajes femeninos, y uno masculino, la angustia que causa el no poder expresar lo que se siente con libertad. La misma, que da comienzo al exilio interno, que "mata las cosas que amamos". La actriz muestra el variopinto carácter de las féminas, desde Bruna o la abuela Josefa, que defenderá su espíritu de pertenencia a una estirpe y al mismo tiempo dejará en claro con sus olvidos, la ridiculez de dicha, importancia; pasando por Sol y la manipuladora Irma, hasta el gordo hermano Aguilera
Los varones de la historia sin interpretados, con la misma efectividad que su compañera de escena, por
Arturo Díaz de Sandy, también responsable de la puesta en escena.
Basada en las vivencias del exilio Nuestra Señora de las Nubes nos presenta los sueños, necesidades, frustraciones, anhelos, amores, desamores, olvidos y recuerdos de ese especial estadio de vida que es el exilio.
 
Con el trabajo de esta puesta en escena vemos cómo los actores logran un acertado equilibrio, una utilización de mínimos recursos al máximo; los actores se cambian, hacen transiciones, multiplican personajes, se trasladan de espacio y ambiente sin salir de un escenario donde no hay absolutamente nada. Dos maletas son su camerino y guardarropas y también son el único elemento escenográfico que acompaña a los actores para irse convirtiendo en otro personaje y volver de manera recurrente a los narradores de la historia. La luz, tanto como el movimiento, el cuerpo o la voz de los actores de Nuestra Señora de las nubes  son elementos imprescindibles en esta notable concepción.
Norma Angélica y Arturo Díaz de Sandy dan una excelente muestra de  expresividad corporal, facial, buena dicción, proyección escénica y presencia.
Nuestra Señora de las Nubes es una obra disfrutable y reflexiva.
Las obras escritas por Arístides Vargas tienen un alto componente humano, nostálgico, profundo. Nuestra Señora de las Nubes en particular, nos cuenta la historia de dos personajes que se encuentran fuera de su país, obligados a salir de allí por razones políticas. Se dedican a imaginarlo, reinventarlo y añorarlo intentando traerlo a sus vidas nuevamente. ¿Qué otra cosa sino finalmente terminan siendo los recuerdos? No son fieles retratos del pasado, sino lo que decidimos quedarnos de él.
Nuestra señora de las nubes una historia de desarraigo tuvo una breve temporada en el Teatro Casa de la Paz, para viajar a la Paz, Baja California y posteriormente ofrecer funciones en Uruguay, siendo la única puesta mexicana en presentarse en aquellas latitudes.
 
 
 
Absolutamente recomendable,
Nuestra señora de las nubes, de Arístides Vargas
Dirección: Arturo Díaz de Sandy
Actuación: Norma Angélica y Arturo Díaz de Sandy. 
 
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